Norah...

27/02/20 - La semana que viene cierra la muestra, en el Bellas Artes de Buenos Aires, dedicada a la ilustradora, artista y crítica de arte Norah Borges (BsAs 1901-1998), un repaso sobre su vida y sus obras. Como  hermana de Jorge Luis Borges, Norah relegó tal vez su carrera como escritora para dedicarse a la pintura, pero de todas formas participó en diarios y revistas culturales. 
Herbario, de Norah Borges (1928)
Técnica: óleo / Medidas: 63 x 63 cm
Encuentro en el paraíso, de Norah Borges (1980)
Técnica: óleo / Medidas: 72 x 85 cm
Con respecto a la pintura, mantuvo durante toda su vida un modo peculiar de expresarse, muy personal, en el que las figuras son representadas con rostros adolescentes, sin rasgos definidos ni expresiones particulares. Se mantuvo en los mismos colores: rosas, amarillos, verdes, nada estridente. Sin embargo,  aunque no adhirió a ningún movimiento en particular, se observan en sus dibujos rastros de las vanguardias que ocurrían en el Siglo XX, como el ultraísmo, el cubismo y hasta la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. Pero quizás es en el realismo mágico donde mejor encuadran sus pinturas, en esta obsesión nuestra por tratar de encasillar su obra. 
Montevideo, de Norah Borges (1929)
Técnica: óleo sobre madera / Medidas: 46 x 46,5 cm
Los enamorados, de Norah Borges (1966)
Técnica: óleo / Medidas: 93 x 64 cm
Norah representó en las pinturas su vida: su casa de la calle Quintana, la quinta de Adrogué y a su esposo. Se retrató en situaciones cotidianas, descansando o leyendo. La mayoría de lo exhibido pertenece a colecciones privadas, particularmente de familiares y de amigos de la artista. El museo de Bellas Artes casi no tiene obra y se cuenta que a Norah nunca le interesó participar en el mercado del arte.  
Vieja quinta, de Norah Borges (1966)
Técnica: témpera sobre papel / Medidas: 52 x 69 cm
¿Qué nos llevamos de la muestra? La revelación de que fue única en lo suyo y eso es lo que la hace diferente. Que se mantuvo fiel a su modo de pintar con personajes de grandes ojos, frentes anchas, alisados cabellos y bocas pequeñas, acartonados como muñecos pero con cierta intensidad. En palabras de Julio Payró en 1944, parecen retratos egipcios.

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