Luciana Tagliapietra - Kawaii (2017)




La premisa del nuevo disco de la argentina Luciana Tagliapietra yace en el significado del término japonés Kawaii (lindo), nombre que hace eco de la frase que cierra la descripción del disco en su cuenta de Bandcamp: All You need is love, love, love, haciendo énfasis en ese sentimiento tan esquivo pero tan común en los tiempos que corren. 

En las siete canciones que componen Kawaii se respira un aire novedoso en la música de Tagliapietra, una dulzura pasada por programaciones y sintetizadores que sugieren la ternura contenida en el título, casi que podemos imaginar estas canciones en los créditos de algún anime juvenil, o bien con coreografías K-pop, esas de perfecta sincronización que te dejan atónito y pegado a la pantalla. 

La producción de este álbum estuvo a cargo de Ignacio Molina quien sube a Luciana al vagón del pop electrónico, a lo Coiffeur o Diosque, varios pasos por delante del pop orgánico de su anterior placa La Luna (2013) y muy cerca de la marca lograda por el inolvidable Diagrama de Ben (2011). Con esta nueva forma nos preguntamos si el fondo también ha cambiado, y es allí cuando afloran las ironías que vuelven Kawaii un disco triunfante en varios niveles. 

Primero el beat sencillo, los sintes y el bajo de El Busca, la canción que nos da la bienvenida con giros agridulces que alejan las letras de Luciana de esa ternura que prometía el título: “Ya no creo que seamos amigos / con cansancio te lo digo”, la escuchamos desahogarse en estos dos minutos y medio de magia pop con un estribillo híper-pegajoso que nos arrastra y nos deja improvisando pasos de baile: “Cuando menos lo espero en la puerta estás”. Esto es lo más cercano a la canción pop perfecta que he escuchado desde Lento o Eres para mí de Julieta Venegas, de hecho, encuentro muy curioso el puente que crean algunas de las canciones de este disco con esa era del pop latinoamericano, y sólo arrancamos.

En esa misma línea llega Un Monstruo, italo disco a lo Javiera Mena y la misma desolación encantadora que nos ha ganado en la música de la tucumana: “Tengo helado el corazón / ha pasado el tiempo ya / aprendí a saltar las piedras / sin mirar atrás”, con un nuevo coro inolvidable que se presenta como un cliffhanger en principio, pero que al cierre nos deja caer al abismo sin reparos: “Otra vez / estoy inestable / y quiero tu amor”. 

En breve llega Estoy Pesando con su armada de sintetizadores, una canción que se aleja de la senda upbeat que traía el disco para sumergirnos en nuevas confesiones de la autora. “Canciones de amor, las hago pero no me importan, no me dan calor. Canciones de amor, las hago pero no parecen precisar el sol”, una declaración de principios que se subvierten en momentos en los que el disco se anima cercano a las bondades del amor. 

Por ahí viene Los Santos con dejos de reggae y estallidos instrumentales dejándonos una nueva frase para actualizar un dicho de desencantados y desenamorados “He pedido a los santos y desconecté tu voz / no te quiero ni en pantalla / este amor nunca existió”. Por su parte, la canción que da nombre al disco es un paseo orgánico producido por Pablo Marquez Grabia y la misma Luciana, un guiño a sus primeros álbumes que aunque alejado de la onda electrónica ofrece un suspiro para retomar fuerzas y afrontar el cierre inminente de la placa. 

Como todo buen disco de desamor, las concesiones al sentimiento universal son bienvenidas. Canción Uno es una declaración de amor con restricciones, la sorpresa de hallarse nuevamente sintiendo cosas raras con la incertidumbre del futuro. Por suerte las margaritas deshojadas no sirven para opacar la intuición, “Pienso que es grande lo que tenemos” concluye Luciana, saliendo airosa de esta canción de amor que pudo ver el sol. 

Como un ciclo, Paisaje cierra Kawaii con las mismas energías con las que nos recibió El Busca. Beats y sintetizadores están a la orden del día mientras la letra, cual despedida, nos deja nadando en la añoranza, como las preguntas que se quedan sin respuesta después de la partida. 

Es difícil darle una conclusión a una reseña sobre un disco de amor-desamor, el tema da para tantas lecturas e interpretaciones, que la de Tagliapietra puede ser considerada una más de las millones de posibilidades de capturar el amor en canciones. Por suerte (o mala suerte) para nosotros, la tucumana lo hace reinventándose en sonido pero manteniendo las espinas afiladas, no excediéndose en adornos ni metáforas para darnos justo ahí donde más duele, esta vez mucho más cerca de una pista de baile, lo cual augura salvación y renacer.



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